Basta Ya!! A denunciar Para Transformar

Para nosotras la violencia contra las mujeres, como el acoso, el abuso sexual, la violación sexual, la lesbofobia, la misoginia, los feminicidios, tienen como origen la manera como se organizan las sociedades históricamente, que concibe a las mujeres como propiedad y en función de los hombres, desde la heterosexualidad como régimen. (Wittig) La dominación masculina es una herramienta del sistema, que profundiza en los varones la creencia que las mujeres les pertenecemos. Cualquiera que se sale de esta norma, es víctima de odio - la lesbofobia y otras formas de violencia de género como la violación y la muerte. Estamos haciendo visibles todas las formas de violencia en nuestra contra, para que no se quede en el silencio y para actuar y parar cualquier acto de dominación masculina y violencia.

lunes, 27 de junio de 2011

África: Violencia contra las mujeres

La violación de mujeres se ha convertido en una efectiva arma de guerra en África.

Pocos lugares en el mundo pueden ser tan brutalmente impactantes como el Hospital Panzi, de Bukavu, la capital de la provincia de Kivu  del Sur, en el este de la República Democrática del Congo. Desde que en 1994 las fuerzas francesas ayudaron a escapar a los genocidaires -los hutus genocidas que mataron a decenas de miles de tutsis- de Ruanda hacia esta región, la guerra no ha cesado y se estima que ha provocado entre 5.5 y 7 millones de muertos, más que ningún otro conflicto desde la Segunda Guerra Mundial. Y la peor muestra de la locura bélica está en Panzi, a donde cada día llegan mujeres con fístulas.

Una fístula es la destrucción de la membrana que separa el ano de la vagina. La mujer pierde la capacidad de controlar la emisión de desechos líquidos y sólidos. En Occidente, los médicos tienen que aprender sobre las fístulas con fotografías y videos. En lugares como el Congo, es un problema cotidiano. Porque no ocurren por casualidad: son el producto de agresiones sexuales sistemáticas y sádicas contra la población femenina. Según Human Rights Watch, "el Congo es el peor lugar del mundo para ser mujer". De acuerdo con un informe de la onu de noviembre de 2009, cada mes se reportan mil 100 violaciones en la República Democrática del Congo. Esto significa que, cada día, 36 niñas y mujeres sufren un ataque sexual.


"Ellos (los grupos en conflicto dentro del Congo) violan a una mujer, cinco o seis al mismo tiempo. Pero no es suficiente. Luego le disparan una bala en la vagina", afirma el doctor Denis Mukwege, un auténtico héroe que funge como director médico del Hospital Panzi, y que ha operado una enorme cantidad de fístulas. "Ver a tantas mujeres violadas me estremece. Lo que me estremece más es la forma en que las violan."


La violación tumultuosa y repetida, el uso de palos, tubos y navajas, la violencia sin sentido. Corrección: tiene sentido. Aunque es un hecho que plaga la historia de los conflictos humanos, el uso de la violación como un arma de guerra sólo fue reconocido por la onu en 2008.


Es cierto que una parte de la violencia sexual se explica por el caos y la impunidad que prevalecen en la guerra. Hombres jóvenes y poco educados, que pelean lejos de casa, quedan libres del control social o religioso. Con frecuencia, no reciben pago o les dan poco de comer, por lo que el abuso sexual sin posibilidad de castigo parece una manera fácil de cobrarse cuentas.


Sin embargo, ejércitos regulares, grupos armados y bandas criminales han usado la violación y lo siguen haciendo no sólo para saciar sus impulsos sexuales, sino con objetivos bien pensados y definidos.

De acuerdo con Mukwege, cuando los agresores destruyen la vagina de la víctima, "con frecuencia lo hacen con cierto cuidado para asegurarse de que la mujer no muera". ¿Por qué querrían ser "precavidos"? "Los perpetradores están tratando de provocar tanto daño como puedan, porque usan (la violación) como un arma de guerra, como una forma de terrorismo."

En conflictos por tierra o propiedad, el agresor está inseguro porque los agredidos tienden a volver cuando han reunido fuerza suficiente o cuando él descuida lo conquistado o se debilita. Los expulsados se mantienen juntos gracias al vínculo esencial de la comunidad, que son las mujeres.

Sin embargo, en numerosas sociedades tradicionales se culpa a la víctima en casos de violación. Cuando muchas mujeres del grupo han sido agredidas (de manera brutal, frente a su familia o, a veces, forzando a parientes a violarlas), su expulsión significa el rompimiento de estos lazos de unidad y la cohesión social se pierde. Tras haber sido obligados a dejar su lugar de residencia, los pobladores carecen del lazo de unión que son sus mujeres y el grupo tiende a disolverse. Lo peor, lo paradójico, es que muchos de los hombres terminan siendo reclutados por los agresores y cometen los mismos crímenes de los que fueron objeto.
La violación tiene otros usos, además, que presentamos en esta entrega de "Politik" (ver recuadro abajo).
Por ejemplo, crear lazos entre combatientes que se conocen poco y controlar a la población civil.

En la actualidad, conocemos mucho más sobre las violaciones durante los conflictos, gracias a que es más fácil reportarlas. Esto no significa que sea más sencillo combatirlas. Los oficiales de los ejércitos del mundo saben que su comportamiento está sujeto a escrutinio, pero ésta es una información que no siempre llega a sus soldados, y mucho menos a las milicias armadas irregulares. Hacen falta además estructuras judiciales capaces de perseguir y castigar este comportamiento, y sobre todo, dispuestas a hacerlo.

Con frecuencia, aunque las guerras terminan, las violaciones siguen: el clima de impunidad facilita que los hombres se acostumbren a abusar sin temor a recibir sanción. En sociedades destruidas, como la del Congo, los mecanismos de control comunitario se han desarmado. Reconstruir el tejido social es la primera tarea.